viernes, 1 de junio de 2012

Una reflexión sobre GNOME y KDE [Opinión]

Los entornos de escritorio son nuestro vínculo con los procesos internos que están sucediendo en nuestro ordenador. Podríamos decir que son como nuestras extremidades, útilmente controlables, a diferencia de nuestros órganos internos que siempre están allí funcionando. Sería difícil imaginarnos los tiempos en los que los ordenadores no eran algo del día a día, cuando era necesario saber para usarlos y lograr algo útil. Por supuesto, las innovaciones nos van tapando los recuerdos de la vieja historia computacional con cosas cada vez más vistosas y mucho más intuitivas de usar. De teclas, luego ratón y, actualmente, a la yema de nuestros dedos.


La historia podría remontarse a Xerox Alto pero nos desviaríamos del enfoque en cuestión. Una vez popularizadas las computadoras personales, una vez escrito Linux y una vez hecho un sistema operativo, había que que mejorar su apariencia. En primera instancia, queriendo lograr un paquete de aplicaciones que unificara la experiencia del usuario, surge Kool Desktop Manager en 1996, más conocido como KDE.
Casi instantáneamente surge su eterna competencia, GNOME, en 1997. Sin embargo este último surgió debido a la dependencia del primero con Qt, una biblioteca que por ese entonces aún no era libre. Miguel Icaza, uno de los fundadores de GNOME, comenta haber pensado escribir un reemplazo libre a Qt tras la negativa de incluir KDE a Red Hat. Esto podría haber demandado mucho trabajo y no obtener los resultados esperados. Luego surgió la idea de GNOME como entorno de escritorio y componente del proyecto GNU.
Luego de un par de años de trabajo sobre los entornos, en 1998, apareció KDE 1.0 y, un año después, GNOME 1.0. Esta vez, KDE ya había comenzado a solucionar los problemas de licencia de Qt que finalmente serían solucionados en el año 2000 al liberar el código y adherirse a la GPL. De esta manera entramos al nuevo milenio, ya GNOME con su versión 1.2 y KDE desarrollando la 2.0. Ambas continuaron un importante ritmo de desarrollo que las llevó a producir sus grandes versiones: GNOME 2.6 en 2004 y KDE 3.5 en 2005.
Así comienza una historia de dos grandes del software libre de los cuales, en algún momento, el usuario debe decidir por uno o el otro. Por cada nueva versión que lanzan, una serie interminable de críticas aparecen. O KDE 4 o GNOME 3. Repito, en algún momento hay que decidirse por uno, aunque no por generar un confrontamiento absurdo sino por su naturaleza tan distinta y, a veces, incompatible.
Incluso la disputa se extiende en el interior de cada entorno: hay quienes prefieren la línea de GNOME 2 o KDE 3.5 frente a las versiones actuales. Entonces es inevitable preguntarse, ¿por qué insisten en seguir cambiando en vez de adaptarse a los cambios y mantenerse estable por más tiempo? Bueno, es entendible la ambición de los desarrolladores. Si bien, el programar, está mucho más ligado a las matemáticas y la lógica que al arte, no hay que negar que la persona detrás del programador considere su trabajo un arte alternativo.
Por supuesto podría ser criticable la forma en que se produce el cambio. Recuerdo que cuando salió KDE 4, las distribuciones la recién salida Fedora 17, sigue atrayéndome.
En fin, no quería extenderme tanto (aunque sería interesante seguir el tema en los comentarios), pero, para redondear, podría decir que el esfuerzo que ambos entornos están realizando versión a versión es grandioso. Independientemente de que nos guste o no, han llegado a poner la cara a un sistema, que solía ser visto como un contenedor de terminales completamente antiestético, y llevarlo a niveles de calidad gráfica comparables con cualquier otro producto comercial. Aunque más grandioso me parece que estos proyectos hayan nacido de mentes juveniles que pudieron demostrar cuan lejos puede llevar a un proyecto su comunidad.

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